jueves, 17 de mayo de 2012





Los bárbaros son poderosos guerreros cuya fuerza y fiereza rivalizan con las de cualquier enemigo, desde bestias hambrientas hasta malvados demonios. Los bárbaros, altos, musculosos y anchos de hombros, son capaces de blandir un arma pesada que el resto de mortales ni siquiera podría levantar o dos armas —una en cada mano— con precisión letal. En las tierras salvajes y peligrosas de Santuario, no hay nada más temible que un bárbaro con una espada seca.





El Caminante
Desde tiempos inmemoriales se ha conocido al Monte Arreat como el lugar de reposo de un artefacto de poder inimaginable, la Piedra del Mundo. Los guardianes de esta montaña sagrada eran los bárbaros de las Estepas del Norte, cuyo líder era el enigmático y legendario rey Bul-Kathos. Abundan las leyendas sobre la fuerza y la envergadura del gran bárbaro. Hay quien dice que era un nephalem que se había asignado a sí mismo la misión de custodiar la Piedra del Mundo. En cualquier caso, los bárbaros se hacen llamar "los hijos de Bul-Kathos" y nadie puede negar el parecido que guardan con la estatura de su rey ni la valiente determinación con la que llevaron a cabo su vigilia.
Fue esta misión lo que transformó a los bárbaros de simples agricultores a nómadas fervorosos, guerreros fanáticos que patrullaban las fronteras de su reino con una vigilancia incansable. Durante siglos los bárbaros llevaron a cabo su propósito con férrea convicción, en un estado de aislamiento y pureza. Todo aquello que pudiera conducir a la distracción o a la debilidad era eliminado: la política, la magia, el comercio, la maquinaria... Las tribus que custodiaban el Monte Arreat no toleraban ninguna intrusión del exterior ni aceptaban preguntas ni peticiones. Era una existencia pura, una vida comprometida con la espada, el hacha, la lanza, el escudo y el deber por encima de todo.

Todo cambió cuando Baal y su ejército demoníaco se abrieron paso hasta la Piedra del Mundo. El demonio mayor corrompió el artefacto para que extendiera su oscuridad por toda la humanidad. En un intento desesperado por detener a las legiones del infierno, el arcángel Tyrael lanzó su espada divina contra la Piedra del Mundo y la destruyó... junto con el Monte Arreat. La vigilia de los bárbaros acabó en un fatídico segundo. La vergüenza y el sacrilegio de este acontecimiento impío convirtieron a las tribus bárbaras en un triste recuerdo de su montaña destrozada.
Los guardianes de Arreat están desperdigados. Los que sobrevivieron a la tragedia vagan por las tierras desoladas del norte, sin rumbo ni consuelo tras perder su causa. Algunos han sucumbido a la locura o a cosas peores.
Ahora una estrella ha caído en el sur, sobre la humilde ciudad de Nueva Tristán. La estrella ha despertado fuerzas oscuras, y con ellas la necesidad de brazos fuertes y corazones valientes. Para los bárbaros nómadas existe la esperanza de que este acontecimiento represente una nueva misión, una nueva vigilia, quizá un nuevo propósito para sus vidas.

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